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Cinco meses después de haberse contagiado de COVID-19, el pulso de Nicole Murphy se ha descontrolado. Normalmente se encuentra en 70 latidos por minuto, lo que es ideal, pero ha estado saltando a los 160, 170 y a veces hasta 210 latidos por minuto, incluso cuando está en reposo, corriendo el riesgo de sufrir un ataque al corazón, una insuficiencia cardíaca o un derrame cerebral.
Nadie parece ser capaz de explicar por qué. Solo tiene 44 años, nunca ha sufrido problemas cardíacos y cuando un médico especialista de los alrededores de su ciudad natal, Wellsville, Ohio, le realizó todas las pruebas habituales, “literalmente levantó las manos al ver los resultados”, recordó. Su presión arterial era perfecta, no había señales de arterias obstruidas y su corazón se expandía y contraía bien.
El ritmo cardíaco acelerado de Murphy es una de las condiciones misteriosas que afectan a los estadounidenses semanas o meses después de infectarse por coronavirus, y que sugieren la alta posibilidad de una crisis cardíaca inminente.
Una investigación que analizó los registros de salud de más de 153,000 veteranos estadounidenses, publicada este mes en Nature Medicine, encontró que el riesgo de que estos padecieran una enfermedad cardiovascular aumentó sustancialmente en el año siguiente al contagio, incluso cuando solo habían sido casos leves de coronavirus. La población estudiada era en su mayoría blanca y masculina, pero los patrones se mantuvieron cuando los investigadores analizaron a mujeres y personas de color por separado. Cuando los expertos consideran el daño cardíaco que podrían sufrir las personas que pospusieron la atención médica, los estilos de vida más sedentarios y los cambios en la alimentación, sin mencionar el estrés por la pandemia, estiman que podría haber millones de nuevos casos cardíacos relacionados con el virus, además de un empeoramiento de la enfermedad para muchos de los ya afectados.
“Esperamos un maremoto de eventos cardiovasculares en los próximos años por causas directas e indirectas de Covid”, dijo Donald Lloyd-Jones, presidente de la Asociación Estadounidense del Corazón.
En febrero de 2020, los Institutos Nacionales de la Salud lanzaron una iniciativa para analizar las causas y los posibles tratamientos de los efectos prolongados por coronavirus, la constelación de síntomas que va desde la confusión mental y fatiga por el ejercicio, hasta los problemas relacionados con el corazón, que algunas personas experimentan mucho más allá de sus infecciones iniciales. Además, el Colegio Estadounidense de Cardiología ha reconocido los efectos graves a largo plazo del coronavirus al preparar nuevas guías, programadas para marzo, para volver a hacer ejercicio después de la infección y monitorearlo. Pero muchos expertos y grupos de apoyo a los pacientes creen que se necesita más y piden al presidente Joe Biden y a otros líderes cambios integrales en el sistema de atención médica que proporcionen más fondos para la investigación y el tratamiento, apoyo financiero para las personas que ya no pueden trabajar y abordar las consecuencias sociales y emocionales de la enfermedad en las próximas décadas.
Zaza Soriano, de 32 años, ingeniera de software de Millersville, Maryland, que trabaja para un subcontratista de la NASA, se contagió de Covid justo antes de Navidad a pesar de estar completamente vacunada y reforzada; desde entonces, su presión arterial se ha mantenido muy alta, con el número más bajo, o presión diastólica, es decir, cuando el corazón descansa entre latidos, a veces hasta en 110 cuando debería ser inferior a 80. También tiene confusión mental y dolor en las articulaciones.
“Es muy frustrante que todavía sepamos tan poco acerca de por qué está ocurriendo esto”, dijo.
Ziyad Al-Aly, profesor asistente de medicina en la Universidad de Washington y médico de Asuntos de Veteranos, coautor del estudio de Nature Medicine, describe la pandemia como un terremoto: “Cuando la tierra deje de temblar y el polvo se asiente, tendremos que ser capaces de lidiar con las secuelas en el corazón y otros sistemas”, dijo.
“Los gobiernos de todo el mundo deben prestar atención”, enfatizó Al-Aly. “No estamos lo suficientemente preparados”.
La enfermedad cardíaca es la principal causa de muerte del planeta, responsable de 17,9 millones de decesos, o un tercio del total cada año antes de la pandemia, y ya existe una creciente evidencia del enorme impacto que el coronavirus tendrá en nuestra salud a largo plazo.
Múltiples estudios sugieren que la presión arterial colectiva de los estadounidenses ha aumentado desde que comenzó la crisis. Según una investigación publicada en diciembre en la revista Circulation, por ejemplo, la presión arterial promedio entre medio millón de adultos estadounidenses, analizados de abril a diciembre de 2020, aumentó cada mes en los dos valores que midieron los monitores.
Este mismo mes, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades habían registrado más de 1 millón de muertes en exceso o fallecimientos desde el comienzo de la pandemia que van más allá de lo que hubiéramos esperado en tiempos normales. Si bien, la mayoría de ellos fueron causados directamente por el virus, también hubo 30,000 muertes adicionales debido a la enfermedad cardíaca isquémica y casi 62,000 muertes adicionales por hipertensión.
Soriano baja las escaleras despacio por su dificultad para respirar, tras padecer COVID-19 (Foto: Shuran Huang para The Washington Post)
Cuando el coronavirus golpeó por primera vez a los Estados Unidos en 2020, los médicos se sorprendieron por las afecciones cardíacas que vieron en los casos que atendieron: atletas profesionales con signos de miocarditis o endurecimiento de las paredes del corazón; pacientes que morían a causa de la enfermedad con cientos de pequeños coágulos en los órganos principales; o los niños que llegaban a urgencias con una reacción inflamatoria que involucraba complicaciones cardíacas.
Muchos de esos cuadros clínicos resultaron ser raros o rara vez eran serios. Pero llevaron a los investigadores a un descubrimiento importante: que el SARS-CoV-2 podría atacar directamente al corazón y a los vasos sanguíneos, además de a los pulmones.
La miocarditis ha sido principalmente un problema transitorio, que afecta la actividad o se vuelve potencialmente mortal en solo una pequeña minoría de casos; la coagulación está más extendida, pero es algo que generalmente se puede controlar con anticoagulantes; y el síndrome inflamatorio pediátrico ha afectado solo a unos 6.400 niños de millones de casos, hasta enero.
La idea de que las infecciones aumentan el riesgo cardiovascular no es nueva. También se ha documentado en casos de influenza y otros virus. Pero en el coronavirus, ese impacto parece “aumentado”, dijo Antonio Abbate, profesor de cardiología en el VCU Pauley Heart Center. Y los casos tempranos y obvios, dijo, deberían servir “como una especie de advertencia” para el tipo de casos que podemos ver a largo plazo en el futuro.
De hecho, a medida que los meses transcurridos desde sus contagios se han convertido en años, las personas que al principio tenían casos leves de coronavirus o incluso asintomáticos están acudiendo a las clínicas de cardiología de todo el país.
En el Centro Médico Memorial Hermann-Texas de Houston, Abhijeet Dhoble, profesor asociado de medicina cardiovascular, dijo que están observando un aumento de la arritmia, una anomalía en el ritmo de los latidos del corazón, y de la miocardiopatía, una enfermedad del músculo cardíaco. Los pacientes que anteriormente tenían covid, tienen edades comprendidas entre los 30 y los 70 años y muchos no padecían previamente una enfermedad cardíaca.
“Estamos viendo los mismos patrones en las clínicas universitarias y en el hospital”, dijo.
Según David Goff, director de la división de ciencias cardiovasculares del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre, podrían estar en juego dos procesos diferentes. El virus puede infligir daño directo a las células del músculo cardíaco, algunas de las cuales podrían morir, lo que resulta en un corazón más débil que no bombea tan bien. Otra posibilidad es que después de causar daño a los vasos sanguíneos a través de coágulos e inflamación, el proceso de curación implique una cicatrización que endurezca los vasos sanguíneos en todo el cuerpo, aumentando el trabajo del corazón.
“Con el tiempo, podría llevar a una insuficiencia cardíaca para poder continuar con el trabajo extra”, explicó.
David Systrom, médico de cuidados intensivos y pulmonares en el Brigham and Women’s Hospital de Boston, cree que el daño en los vasos sanguíneos puede ser responsable de uno de los síntomas más comunes y frustrantes del Covid prolongado: la fatiga.
(Foto: REUTERS/Amir Cohen)
Systrom y sus colegas reclutaron a 20 personas que tenían problemas para hacer ejercicio. Diez habían tenido síntomas prolongados de Covid. La otra mitad no se había infectado. Les insertó catéteres en las venas para proporcionar información de prueba antes de subirlos a bicicletas estáticas y tomó una serie de medidas detalladas. El estudio fue publicado en la revista Chest en enero.
Descubrió que el grupo de Covid prolongado tenía una función pulmonar normal y en el momento de ejercicio máximo, sus niveles de oxígeno eran regulares, incluso cuando tenían dificultad para respirar. Lo que era anormal es que algunas venas y arterias no parecían estar entregando oxígeno de manera eficiente a los músculos.
Él planteó la teoría de que podía deberse a un mal funcionamiento en el sistema nervioso autónomo del cuerpo, que controla las acciones involuntarias, como la velocidad a la que late el corazón o el ensanchamiento o estrechamiento de los vasos sanguíneos.
“Cuando haces ejercicio, actúa como un policía de tránsito que distribuye el flujo de sangre a los músculos que están lejos de los sistemas de órganos, como los riñones y el intestino que no lo necesitan. Pero cuando eso es disfuncional, el resultado es una extracción de oxígeno inadecuada”, dijo. Eso puede conducir a la sensación de agotamiento abrumador que experimentan quienes todavía padecen secuelas de Covid.
El mensaje general de los médicos es que “el covid en sí mismo es un factor de riesgo de enfermedad cardíaca”, como la obesidad, la diabetes o la presión arterial alta, según Saurabh Rajpal, cardiólogo del Centro Médico Wexner, de la Universidad Estatal de Ohio.
“Este es un virus que realmente derriba a la gente”, coincidió Nicole Bhave, cardióloga de Michigan Medicine y miembro del comité científico del American College of Cardiology. “Incluso las personas jóvenes y sanas a menudo no se sienten muy normales durante semanas o meses, y es un verdadero desafío distinguir si el cuerpo está sanando lentamente o es un nuevo problema patológico”.
“Las personas que experimentan lo que parecen ser problemas cardíacos deberían tener un ‘umbral bajo para ver a su médico de atención primaria’”, dijo.
La presión arterial alta inexplicable ha sido un síntoma común después de la infección por Covid.
Lindsay Polega, de 28 años, abogada de St. Petersburg, Florida, nunca había tenido ningún problema médico antes del Covid. Había sido nadadora estatal en la escuela secundaria y desde entonces corría, nadaba o hacía ejercicio durante una hora o más todos los días. Pero después de dos episodios de Covid, el primero a principios de 2020 y el segundo en la primavera de 2021, ha tenido lo que los médicos llaman “picos hipertensivos” que provocan dolores punzantes en el pecho que la hacen temblar y la debilitan. Durante esos incidentes, que a veces ocurren varias veces al día, su presión arterial ha subido hasta 210/153, muy por encima de los 120/80, que se considera normal.
Un incidente ocurrió durante una clase ligera de Pilates y tuvo que ir a la sala de emergencias. Otras veces, ha sucedido mientras caminaba. “A veces solo estoy en el sofá”, dijo.
Cada especialista que visitó la derivó a otro: endocrinología, inmunología, cardiología, neurología. Finalmente, se encontró en una Clínica de Covid-prolongado, donde el médico teorizó que el problema podría estar relacionado con sus glándulas suprarrenales. Los científicos han documentado que el virus puede atacar las glándulas suprarrenales, que producen hormonas que ayudan a regular la presión arterial, entre otras funciones esenciales. A Polega se le recetó un medicamento para la presión arterial de alto rendimiento llamado eplerenona, que generalmente se usa en pacientes después de un ataque al corazón, y ha ayudado a reducir los episodios, pero no a eliminarlos.
La parte más aterradora para Polega es que a las mujeres que toman eplerenona se les advierte contra el embarazo, debido a investigaciones en animales que muestran bajo peso al nacer y otros peligros potenciales. Polega y su novio de seis años recientemente habían comprado una casa juntos y estaban hablando de formar una familia pronto.
“Eso es algo importante que me han quitado a mi edad: mi futuro”, dijo.
De todos los síntomas de Covid prolongado, se encuentran, entre los más desconcertantes, la frecuencia cardíaca errática y los latidos cardíacos saltados sin una causa clara.
Tiffany Brakefield, una técnica farmacéutica de 36 años de Bonita Springs, Florida, que tuvo Covid en junio de 2020, dijo que los picos son tan impredecibles que tuvo que sentarse en el piso de Walmart durante una reciente excursión de compras.
“Sentí que me iba a caer, y todo lo que podía hacer era esperar a que se calmara por sí solo”, dijo. Sus médicos le habían recetado un medicamento para el corazón, metoprolol, pero no ha ayudado.
(Foto: REUTERS/Amir Cohen)
Rick Templeton, instructor de un colegio comunitario de 52 años en Lynchburg, Virginia, sintió presión en el pecho y un ritmo cardíaco acelerado, pero en su caso desapareció cinco o seis meses después de contagiarse en septiembre de 2020, y los médicos nunca supieron por qué sucedió, ya que los resultados de su prueba fueron normales.
Rajpal, el cardiólogo de Ohio, dijo que la gran mayoría de sus casos posteriores al covid-19 son igualmente desconcertantes.
“El tipo más común de personas con secuelas prolongadas que estamos viendo tiene dificultad para respirar, molestias en el pecho y frecuencia cardíaca acelerada. Pero cuando investigamos si tienen una enfermedad cardíaca, regresan a la normalidad”, dijo.
Goff, el científico del NIH, dijo que la presentación se parece a una afección conocida como POTS, o síndrome de taquicardia ortostática postural, en la que los síntomas como mareos y cambios en la frecuencia cardíaca están relacionados con un volumen sanguíneo reducido, que generalmente empeora al cambiar de posición. Una serie de pruebas emergentes sugiere que para muchas personas, podría ser un síndrome posviral.
Dijo que la frecuencia cardíaca inestable para muchos pacientes poscovid “puede ser bastante grave y debilitante, y realmente puede interferir con las actividades cotidianas ordinarias”. Los médicos pueden usar medicamentos para la presión arterial para tratar de estabilizar la frecuencia cardíaca, pero debido a que al mismo tiempo reducen la presión arterial, pueden ser difíciles de usar.
Murphy, la paciente Covid de Ohio, dijo que cuando su ritmo cardíaco se dispara, lo que sucede varias veces por hora, “se siente como un hámster en el pecho”.
Sus problemas comenzaron el 5 de septiembre, cuando ella y su hija adolescente dieron positivo por el virus. Su hija superó su enfermedad en pocos días. Murphy estuvo gravemente enferma durante unas tres semanas y muchos de sus síntomas nunca desaparecieron.
La madre soltera de 44 años dice que es extraordinariamente débil y que a veces tiene problemas con la memoria. Antes de infectarse, trabajaba 12 horas al día como cuidadora de niños, camarera y cajera. Ahora tiene suerte si puede durar de tres a cuatro horas en su trabajo como conductora de DoorDash. Cuando vio al cardiólogo, se desmayó durante la prueba de esfuerzo en la caminadora.
“Vivo constantemente con el miedo de tener un ataque al corazón o un derrame cerebral”, dijo.
Después de que todas sus pruebas cardíacas salieron bien, excepto su electrocardiograma, que mostró un ritmo cardíaco acelerado, sus médicos la derivaron al grupo de Covid de la Clínica Cleveland. Espera que la ayuden a encontrar respuestas.